Se trata de un ritual antiquísimo que ha formado parte del ritual del matrimonio durante milenios. Los primeros indicios del uso de anillos de boda los hallamos en el antiguo Egipto. En la época faraónica, las alianzas representaban un poderoso símbolo religioso y mágico. Además, la avanzada orfebrería egipcia dio lugar a la creación de piezas de joyería complejas realizadas con metales nobles, como el oro. 

La tradición de la entrega de alianzas como representación de la unión matrimonial permeó en la dinastía Ptolemaica de faraones, los cuales eran de origen griego, así como también caló en la Roma Imperial que la sustituyó. 

Una vez se asentó en Roma, la entrega de alianzas se expandió por toda Europa y el Mediterráneo. La tradición romana, más allá del carácter místico de la egipcia, desarrolló un simbolismo más práctico. Todas las posesiones del hombre eran selladas y marcadas con el signo que el dueño portaba en su anillo. Así, cuando un hombre obsequiaba en el día de su boda un anillo con el mismo signo a su prometida, se representaba la confianza que este depositaba en la desposada para cuidar de todo el menaje del hogar. Es en esta época en la que se determina en dedo anular como tal, pues es creencia de los romano que por él corre la denominada Vena Amoris, la vena del amor, que discurre directamente hasta el corazón. 

Curioso es que la designación del dedo más próximo al meñique como el anular ha sido aplicada por diversas civilizaciones sin contacto entre ellas a lo largo de la historia, aunque por diferentes razones. Es el caso de la China milenaria. Si en Roma se aludía a la Vena Amoris, en China la tradición marcaba que cada dedo de la mano simbolizaba un pilar fundamental en la vida de la persona. De esta forma, el pulgar representaba a los padres, el índice a los hermanos, el corazón a uno mismo y el meñique a los hijos, dejando el anular reservado a la pareja. 

La costumbre romana fue asimilada por los poblado germánicos que ocuparon sus territorios tras la caída del imperio, tal y como asimilaron el cristianismo, convirtiéndose así en un elemento fundamental del rito matrimonial de dicha religión. La Iglesia instaba a la simplificación de los anillos en pos de evitar la vanidad mediante su uso, y de ahí es de donde nos llega el diseño habitualmente sencillo de las alianzas actuales. 

En el Renacimiento se popularizó la personalización de las alianzas mediante la grabación de poemas e inscripciones en ellas. En un principio, las inscripciones eran exteriores, pero conforme se perdió la tradición del matrimonio concertado y se extendió la boda por amor, tales inscripciones adquirieron un carácter mucho más personal e íntimo, con lo que se trasladaron al interior de las alianzas.